dimanche 27 juin 2010

La noche más corta.

La noche más corta del año consistía en quemar papeles, ahora los reciclo, pensando que algún día me volverán en forma de folios donde reescribiré tonterías. La noche más corta del año me enamoraba y en un intento autolítico me bebía el interior, de vez en cuando me quemaba los pies. Recuerdo la noche que Andreu hizo volar sus pantalones mientras pedía esos deseos, acabó por perder las llaves de casa, las olas se las comieron. Recuerdo la tiritona de las 3 de la madrugada, los pelos de punta y la piel de gallina. Ahora me enojo cuando veo los restos de las hogueras en la playa que ya forman parte de ella. Recuerdo los malabares con fuego que nos marcábamos o se marcaban y recuerdo a los ladrones de hielo que nos hacían desaparecer sólo con un soplido. Nada es para siempre, dijiste, y me lo tuve que creer. Recuerdo cuando Kaspar me rescató de una noche con ansiedad, me dio rescate y me obligó a acompañarle aún a sabiendas que ese día no era mi día, era otro, un día malo y celebramos San Juan en la azotea de su amigo con geranios y cables pasados desde su casa. Al fondo, una fiesta, que no era la nuestra. Ese año celebramos en años 70, la música fue de negros y mis sonrisas escasas. Recuerdo que no hubieron fuegos artificiales en aquella terraza.

Este año hacía muchos años sin San Juan y fue Sad Juan. Por ellos y porque la ambulancia trajo a un hombre con parada cardiorrespiratoria. Se había muerto y nosotros intentamos la reanimación. Bastó una dosis de adrenalina sin respuesta para darnos cuenta que la asistolia era irreversible. Llegó el color de la muerte y nuestra frustración taquicárdica. Sin soplos ni roces pericárdicos, con tiraje intercostal del no entender o de saber casi a ciencia cierta que casi nunca salvamos.
Siguieron llegando lesiones varias que suturé, algunas mejor y otras peor. Siempre la misma seda, el mismo procedimiento que dejará huella y hará que nunca olvides. Recuerdo al hombre de la sobredosis de heroína que no miraba, tenía las pupilas miÓticas, puntiformes, sin respuesta a la luz, no quería seguir y nosotros lo empujamos a la Vida sin preguntar. Imaginé que sus motivos tendría. Parecía muy solo, nadie lo acompañaba. Esa mañana se levantó con ganas de parar, no logró su propósito o nosotros logramos el nuestro, por así decirlo. Nos llenamos de dolores abdominales o abominables que en el mejor de casos conseguimos yugular con analgesia intensiva en un catéter heparinizado. 

A las 5:00 de la mañana me fui a dormir después del relevo, ése que en realidad nunca llega, no como te gustaría. Me desperté dos horas después, sobresaltada, 12 se habían ido, los mismos doce que jamás estarán.

Y a mí me dio por pensar... en la noche más corta.


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