mardi 23 juin 2009

Luz.

Luzecita es.
Antes de eso fue niña y tenía una mamá. Se acuerda de ella todavía más y siempre. Fue ella quien me enseñó el significado... Siempre es siempre-toujours sin a veces escondidos. Y no viene en los diccionarios, en ellos lo único que sucede es que nunca llegas a entender y te confundes. Lo que si que uno entiende es que siempre y nunca van cogidos de la mano, se enamoraron. Ya ves, simple... teoría de los polos opuestos. Ahora Luzecita es mayor, término que no viene definido por la aparición de arrugas, existen niños con esas marcas inconfundibles en la frente, del sufrir, del esforzarse. Hacerse mayor es cuestión de edad y de sabiduría, experiencia y de... tropiezos para qué nos vamos a engañar, muy a nuestro pesar.

Luzecita no es mi abuela pero la adoptaría, claro. ¿Por qué sinó iba a d-escribirla? Llegué llegó un día, pequeña arrugada y se hizo me hice grande lisa. La conocí un día que lloraba y la vida se le inundaba. Tuvimos que fabricar unos remos para sobrevivir (curiosa palabra... vivir por encima... de todo). Pasó que pasó la pena por su lado y la absorbió. Es fácil hacer tuya la pena, se apodera, te irrita y se queda. "Fácil facílisimo" como nos quisieron hacer creer con el maldito anuncio ese sobre el punto de cruz. La pena llegó el día en que se tuvo que despedir de su ninfa Anacleta presumidísma. Adiós adiós Anacleta. Adiós adiós Luzecita. Las dos en marea, olas de hasta cinco metros, surfers contentos. No todo va ser pena en la vida. La ninfa viajera se fue a visitar el Sur y decidió que le gustaba Cádiz y sus cambios de marea para formar su hogar, aunque sabía que el recuerdo le dolería toda la vida.
Luzecita no deja de pensar en su pajarita y en cómo se miraba en el espejo y se bañaba los días de verano poniéndolo todo perdido. Alguien de quien cuidar, importante.

Luzecita tocaba el piano de los clásicos haciendo bailar a las motas de polvo de su casa que le hacían compañía. Sonreíán. Al conocerla me creí la historia porque Luz era preciosa y todo aquello que la envolvía se tornaba especial, dulce, carismático. Hay personas mágicas, las ves una sólo vez y sabes que el simple recuerdo te hará ser mejor persona para siempre. Son aquellas personas hechas de algodón y por más que estires sabes que no se rompen. Bonita.


Luzecita ahora es pequeña, se convirtió en niñita el día que la despojaron de su realidad. Vino el hombre del saco, la subió al coche. Llegó a una casa llena de miradas de cristal sin motas de polvo, sin piano... sin explicaciones, sin entender. Y se tuvo que quedar. Se trajo su radio, eso si desde donde, de vez en cuando, Anacleta le cantaba otros mares en sol menor y en lenguaje sostenido. Y así Luz lloraba, lloraba y seguía llorando porque a pesar de mis abrazos, la soledad le dolía.


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