Solo habla de no amor cada vez que siente una gota de lluvia inmiscuirse entre sus párpados (sus cosas) correteando vivaracha por sus mejillas, allanando su mirada-morada. Se confunde con las no lágrimas que ya no vierte cada vez que alguien se va. Y todo eso le sirve para preguntarse sobre cadauna de sus arrugas. ¿ En qué momento empezaron a salir? E imagina momentos mejores. Las pecas son pocas.
Sólo habla de no amor cuando se despierta sobresaltada con la certeza de haber compartido con él las legañas de una nueva página guardando sus memorias en la alacena junto con los platos llanos en los días de cada día.
Sólo habla de no amor cuando en la mesa de comer guarda letras en las servilletas dobladas cuidadosamente por si algún día se le aparece perezoso el tintineo de las copas producido por la sonrisa del agua que genera miniolas que algún día se harán maremoto en su propia casa.
Sólo habla de no amor cuando el corazón baja la frecuencia y su sistema adrenérgico no funciona según lo esperable, los latidos se vuelcan en la alfombra que jamás tendrá y saltan para acabar en el rellano prostituyéndose con quien más lo necesite, si es que alguien los necesita.
Sólo habla de no amor cuando el motor de la nevera se pone a zumbarle los oídos dejando la discreción de lado mientras entabla conversación con la secadora que posteriormente, de la emoción, encogerá las mangas de esas camisetas que no le gustan por esconder demasiado la piel que se eriza de vez en cuando, de cuando en vez dejando invisble la sensibilidad del instante.
Sólo habla de no amor cuando se levanta por las mañanas con el pelo electrificado por un sueño en concreto. Puede que esta vez haya sucedido en una estación de autobús o en alguna cola de embarque de un aeropuerto X. El tema no es dónde, el tema es con quién. Con ese quién que jamás verá embarcar en su vida o puede que esté dibujando uno próximo. Lo tiene pegado en la lengua de esos besos que no se dan y que le sobran, se escapan por ser 3 millones setecientos mil ocho de pop. Así siempre acaba igual corriendo con su mochila aventurera verde pistacho que le confiere aspecto de tortuga, alarga el cuello.
Sólo habla de no amor cuando sonríe en una cafetería pidiendo por favor que suban el volumen de esa canción que le retuerce el estómago por donde (no) siente el amor y se pregunta por qué nunca en el colegio nadie le explicó la anatomía de un amor igual que le enseñaron a hacer une tarte tatin, une quiche lorraine o a sumar de 2 en dos. La tabla de multiplicar se la mostró su padre en una cinta de cassette recitada en susurros donde 7 por 7 igual a 49.
Sólo habla de no amor mientras el amor pasa rozando los pómulos en este mayo que hiberna las caricias sin sobresaltos escondiendo una primavera que ignora si llegará a buen puerto. Las amapolas siguen esparciéndoses por doquier y este año ni siquiera ha ido a fabricarse un ramo. Saca los pétalos desecados de otros años, los contempla y se consuela. Pronto sonarán las 12:oo y algún día oirá repicar de cerca las campanas.
Sólo habla de no amor cuando el motor de la nevera se pone a zumbarle los oídos dejando la discreción de lado mientras entabla conversación con la secadora que posteriormente, de la emoción, encogerá las mangas de esas camisetas que no le gustan por esconder demasiado la piel que se eriza de vez en cuando, de cuando en vez dejando invisble la sensibilidad del instante.
Sólo habla de no amor cuando se levanta por las mañanas con el pelo electrificado por un sueño en concreto. Puede que esta vez haya sucedido en una estación de autobús o en alguna cola de embarque de un aeropuerto X. El tema no es dónde, el tema es con quién. Con ese quién que jamás verá embarcar en su vida o puede que esté dibujando uno próximo. Lo tiene pegado en la lengua de esos besos que no se dan y que le sobran, se escapan por ser 3 millones setecientos mil ocho de pop. Así siempre acaba igual corriendo con su mochila aventurera verde pistacho que le confiere aspecto de tortuga, alarga el cuello.
Sólo habla de no amor cuando sonríe en una cafetería pidiendo por favor que suban el volumen de esa canción que le retuerce el estómago por donde (no) siente el amor y se pregunta por qué nunca en el colegio nadie le explicó la anatomía de un amor igual que le enseñaron a hacer une tarte tatin, une quiche lorraine o a sumar de 2 en dos. La tabla de multiplicar se la mostró su padre en una cinta de cassette recitada en susurros donde 7 por 7 igual a 49.
Sólo habla de no amor mientras el amor pasa rozando los pómulos en este mayo que hiberna las caricias sin sobresaltos escondiendo una primavera que ignora si llegará a buen puerto. Las amapolas siguen esparciéndoses por doquier y este año ni siquiera ha ido a fabricarse un ramo. Saca los pétalos desecados de otros años, los contempla y se consuela. Pronto sonarán las 12:oo y algún día oirá repicar de cerca las campanas.
Ya sólo habla de no amor, puede que amando.
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