mardi 21 juillet 2009

Mariela.

De vacaciones una siempre vigila con los ojos bien abiertos para no perderse nada de nada. Y eso sucede. En nuestro lugar de orígen, demasiado cotilleado por los ojos, se obvian muchas realidades, no las vemos, o puede que si pero tal y como llegan se marchan porque nos hemos acostumbrado a ellas.

Así llegó Mariela de vacaciones, mujer que sólo tenía ojos en su rostro y una historia que superar. Resulta que necesitaba huir para recuperarse de su alto en el camino. Huyó para volver, huyó unos días para devolver a los suyos toda la vitalidad que quedaba en ella. Nos enseñaba a luchar aún y con tóxicos fluyendo por su sangre.
Llevaba el pelo negro, muy muy corto, con unas cejas despobladas. Llegó con su almohada turquesa debajo del brazo y unos pantalones anchos tremendamente ligeros para evitar pesar más de lo debido. Bastante le pesaba ya su alma, bastante le incordiaba su Salud. Iba acompañada de una amiga muy alegre y dicharachera. Fueron nuestras compañeras de habitación durante esos 5 entrañabes días.

Yo no dejé de formularme hipótesis hasta que ella misma se abrió y contó una historia de células malignas instaladas en su cuerpo unos años antes. Sucedió mientras viajaba al Norte. Las células se quedaron prendadas del calor que emanaba su cuerpecito y decidieron que qué mejor hotel que su Vida, un hotel de cinco estrellas. Células hartas de pasar frío. Allí encontraron el medio ideal para propagarse. Cada noche a la luz de la Luna, hacían el amor entre ellas sin tomar precauciones y claro, al día siguiente, traían al mundo, millones de células hijas igual de malas que las anteriores.

A Mariela le fue faltando la vida, el color, el asfalto se había vuelto insoportable, quemaba cuando antes ella era una mujer de ciudad. Sí, vivía en Madrid por decisión propia. Le gustaban los edificios altos y el sentirse una hormiga siempre corriendo entre el barullo de las demás hormigas obreras. Allí construyó una torre bien alta. Pero se sentía cansada sin nada que valiera la pena. Aquellos ojos que vio nacer perdieron importancia. Se quedó sin ganas de cuidar. Nada a lo que aferrarse.

Una Vida en Blanco y Negro.

Se hizo asidua a las habitaciones de silencio sepulcral e higiene intachable. Por las noches se arropaba con esas sábanas desgastadas faltas de cualquier tipo de suavizante con el que edulcorar su sucia realidad. Sentía morir cada noche quedándose indefensa. Gente de bata blanca inyectaba un líquido cada dos por tres en su brazo que le intoxicaba progresivamente. Perdió la vista aumentando el vómito, perdió una Identitad. 6 meses prometieron. 6 meses después del Infierno.

Cuando la vi, fue fácil pensar que se afanaba en volver al Paraíso, arropada de una gran amiga que había metido en la maleta millón y medio de abrazos y 77. 777 besos. Cada día a las 11:11 recibía una llamada de alguien pequeño, muy pequeño, cuyo número preferido era el 1 diciendo que la echaba de menos.

Y yo le mando besitos desde aqui, le doy las gracias y digo que me enseñó.
Te pienso Mariela.
Eres preciosa.





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