La enfermedad nos arrolla en el intento de dejarnos en un segundo plano, exterminarnos, volvernos insignificantes.
La enfermedad nos extirpa los órganos capaces de latir, aterrados ante el dolor de nuestras formas.
La enfermedad oscurece cadauno de nuestros rasguños, imposibilitando la movilización hacia una sonrisa mejor.
La enfermedad transporta nuestra vulnerabilidad y la pone encima de la mesa, jugando con ella al azar.
La enfermedad nos destroza la córnea dejando cicatrices incapaces de subsanar malmetiendo la vista.
La enfermedad nos intoxica con cadauno de sus tratamientos que huelen a ácido clorhídrico
La enfermedad coloniza todas las grietas que no pudimos sellar cuando estábamos en calma.
La enfermedad nos marchita la piel incrementando las patas de gallo y las ojeras apoteósicas.
La enfermedad nos estorba en el día a día, en el paso a paso, en el pito pito colorito.
La enfermedad nos persigue y nos derrota, nos amordaza, cautivos.
La enfermedad nos paraliza cual toxina botulínica.
La enfermedad no entiende de momentos.
La enfermedad esculpe los lagrimales hidratándolos.
La enfermedad desea unas manos unidas por el dolor.
La enfermedad se muere de hambre, nos devora, tiene una boca inmensa y unos dientes de tiburón.
La enfermedad es carnívora y codiciosa, lo quiere todo, avariciosa.
La enfermedad está en todas partes, nos persigue, nos arrambla, nos alcanza.
A no ser que tú...
desees vencerla...
enfermedad
no se merece empezar
en letra mayúscula.
tampoco mis respetos
no se merece empezar
en letra mayúscula.
tampoco mis respetos
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