Este año lejos de ser yo la que regresa, son los demás que lo hacen y el anuncio de "vuelve a casa vuelve por navidad" recobra sentido. Navidades que de nuevo no verán la nieve, en casa no hay nieve y a vaces si frío y (son)río. Están todos aqui y de alguna extraña manera yo sigo allí en un invierno que no logro superar.
Fue duro el guardar los restos de esos espaghettis en el maletero del coche que dieron la bienvenida al número 8 para descubrir que al día siguiente permanecían congelados. Fue duro tener la pelusa de las sábanas desgastadas de una habitación de hospital sin vistas incrustadas en la ropa. Fue bonito cruzarnos con un pintor autodidacta lleno de magia con un padre que no llegó a la primavera siguiente, sangre intoxicada. Fue duro permanecerte lejos cerca. Y ese olor que no logramos quitarnos jamás.
Ahora, en lugar de pelusas se me incrusta información y me hago guardadora ferviente de datos, contenta de aprender a diferenciar entre un delirium tremens de un trastorno confusional agudo. Poder tratarlos mirando fijamente a los ojos.
Este año lejos de irme muy lejos he aprendido donde está Tahití con burdos documentales, allí se habla francés, quizás pueda ir, no lo sé. De momento guardo un viaje a la Patagonia con su respectivo billete de ida y vuelta. Debo estar lejos para mirarte de cerca. Quizás así pueda entender un poco (más) de mí, aunque creo que me entiendo demasiado (poco).
Me ha encantado saber a qué no dedicar mi tiempo, cada cinco minutos una cara distinta es descubrir que mis ojos no aguantan tanto estímulo visual. Aprender que lejos de habitaciones cerradas uno se siente mejor. Y que el tiempo corre, corre, recorre la espina dorsal y cuando llega al dedo gordo del pie vuelve a ser nochenueva y se recambia el número final. Ese número al que nos costará tanto acostumbrarnos, es como la edad que también avanza. Y que te siguen preguntando y tú sigues sin saber exactamente. Sientes que tienes 20 pero naciste en el 83. Lejos. Cerca.
Este año acabó en 9 y fue nuevo. Como cada día que te levantas y no sabes qué paso será el siguiente ni dónde te llevará. Sigo teniendo el mismo problema, no planifico y pasa que me quedo sin entradas constantemente y no entro o me paso. Sé lo que quiero y cada vez el alcohol me sienta peor. Aprendí a ir a dormir pensando qué fue lo mejor del día y respiro en horizontal, lejos de los ataques verbales ahora los tengo mentales. Vi a Virginia después de tanto conocerla y me dio recuerdos para ti, poco importa que tu nombre no sea Valentín. Los monstruos lejos de irse se quedan, aunque las náuseas son otras y yo ya no tengo bajadas de tensión ni cuadros vasovagales. Eso está bien, dejé de marear.
Lejos de estarlo sigo en el justo instante en el que me quedé. Sin nostalgia, en construcción, donde las cucarachas van y vienen. Me siguen molestando. Será que no logro acostumbrarme a ellas aunque las canas se hayan multiplicado y yo no quiera desterrarlas. Me gustan, alguien me dijo que me proporcionan carácter. Lo dijo por decir pero yo me lo creí, o quise creer. Poco importa.
Lejos del 9 pasamos al 10 de un salto. Cambiamos de unidades a decimales, sabiendo que los saltos que nos quedan irán de uno en uno llenos de dos en dos y entre medio siempre el 0, asimétrico, engordando momentos. Bienvenidos sean.
Lejos del orden , sigo cerca del caos.
Fue duro el guardar los restos de esos espaghettis en el maletero del coche que dieron la bienvenida al número 8 para descubrir que al día siguiente permanecían congelados. Fue duro tener la pelusa de las sábanas desgastadas de una habitación de hospital sin vistas incrustadas en la ropa. Fue bonito cruzarnos con un pintor autodidacta lleno de magia con un padre que no llegó a la primavera siguiente, sangre intoxicada. Fue duro permanecerte lejos cerca. Y ese olor que no logramos quitarnos jamás.
Ahora, en lugar de pelusas se me incrusta información y me hago guardadora ferviente de datos, contenta de aprender a diferenciar entre un delirium tremens de un trastorno confusional agudo. Poder tratarlos mirando fijamente a los ojos.
Este año lejos de irme muy lejos he aprendido donde está Tahití con burdos documentales, allí se habla francés, quizás pueda ir, no lo sé. De momento guardo un viaje a la Patagonia con su respectivo billete de ida y vuelta. Debo estar lejos para mirarte de cerca. Quizás así pueda entender un poco (más) de mí, aunque creo que me entiendo demasiado (poco).
Me ha encantado saber a qué no dedicar mi tiempo, cada cinco minutos una cara distinta es descubrir que mis ojos no aguantan tanto estímulo visual. Aprender que lejos de habitaciones cerradas uno se siente mejor. Y que el tiempo corre, corre, recorre la espina dorsal y cuando llega al dedo gordo del pie vuelve a ser nochenueva y se recambia el número final. Ese número al que nos costará tanto acostumbrarnos, es como la edad que también avanza. Y que te siguen preguntando y tú sigues sin saber exactamente. Sientes que tienes 20 pero naciste en el 83. Lejos. Cerca.
Este año acabó en 9 y fue nuevo. Como cada día que te levantas y no sabes qué paso será el siguiente ni dónde te llevará. Sigo teniendo el mismo problema, no planifico y pasa que me quedo sin entradas constantemente y no entro o me paso. Sé lo que quiero y cada vez el alcohol me sienta peor. Aprendí a ir a dormir pensando qué fue lo mejor del día y respiro en horizontal, lejos de los ataques verbales ahora los tengo mentales. Vi a Virginia después de tanto conocerla y me dio recuerdos para ti, poco importa que tu nombre no sea Valentín. Los monstruos lejos de irse se quedan, aunque las náuseas son otras y yo ya no tengo bajadas de tensión ni cuadros vasovagales. Eso está bien, dejé de marear.
Lejos de estarlo sigo en el justo instante en el que me quedé. Sin nostalgia, en construcción, donde las cucarachas van y vienen. Me siguen molestando. Será que no logro acostumbrarme a ellas aunque las canas se hayan multiplicado y yo no quiera desterrarlas. Me gustan, alguien me dijo que me proporcionan carácter. Lo dijo por decir pero yo me lo creí, o quise creer. Poco importa.
Lejos del 9 pasamos al 10 de un salto. Cambiamos de unidades a decimales, sabiendo que los saltos que nos quedan irán de uno en uno llenos de dos en dos y entre medio siempre el 0, asimétrico, engordando momentos. Bienvenidos sean.
Lejos del orden , sigo cerca del caos.
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