Me gustaba teneros al lado cuando estaba insoportablemente nefasta en mis estados de ánimo dismórficos y opacos. Y de vuestras gargantes salía un " estás jodidamente pesada, anda cállate un rato". Me gustaba leeros las cartas de aquellos primeros novios que jamás volvieron a mi vida ni tampoco a las vuestras. Me encantaba llegar al colegio, pensaba que no había nada más intenso que encontrame con vosotras después de un fin de semana infinito donde las borracheras y los minutos se habían transformado en segundos y primeros. Los lunes al sol nuestras cuerdas vocales se agotaban de tanto hablar quedándose disfónicas de tanto revuelo emocional. Aunque yo ya venía sin voz de serie.
Y recuerdo esa falta de orientación y esos pantalones detrozados-corroídos de tanto brincar como locas abrazadas porque sí, nosotras fumamos juntas los primeros Fortuna y pillamos juntas el primer cebollón. El mundo se iba a acabar y nuestras neuronas estaban en pleno auge de decadencia. Maniátika fue la primera, Agua Bendita la segunda y Transfer el tercero, a lo que se sumaron unos grandes puntos suspensivos. Aquellos porros en una colina desde la cual no había horizonte posible pero que nosotras sabíamos perfilar a la perfección. Y salía el sol, siempre salía el sol, jamás defraudaba. Y eso que muchas de nosotras jamás aprendimos dibujar.
Recuerdo que siempre os girábais para revisar si me había dejado alguna chaqueta, algún recuerdo, algún momento tirado por ahí y me lo devolvíais. En Lleida no dejé de perder(me) sin vosotras. Me acuerdo y no me acuerdo porque muchos de los recuerdos no hacen falta ser recordados. Pase uno, dos, tres o incluso siete tiempos, el compás siempre en allegretto. Tus tardes en el conservatorio, mis tardes en alemán, tus fines de semana currando y tus agobios de jamás llegar a tiempo con el paso no paso y pasamos, algunas mejor que otras pero siempre tan altas como la Luna. Yo fui de las otras. También una vaga o una habitante perpetua de las Musarañas, según se mire. Y ahora soy míope y me giro y miro hacia atrás y recuerdo y sonrío y me pongo aquellos hits prehistóricos de vez en cuando que constituían verdaderos manifiestos.
Y no, no es nostalgia, son caminos que ahora de vez en cuando se cruzan, ambivalentes. No hablo de espirales, hablo de que B. está en New York construyendo escenas, S. recién aprendió a surfear, I. trabaja en un proyecto aunque su color preferido es el Verde, M. chiquita se ha vuelto fan de Onetti, juega a ser Amélie en París y ya no se escapa por la ventana, A. no deja de realizar asociación de ideas para recordarlas todas y empezar con la clínica emocional, H. perdió sus ojos y ahora la cámara es una prolongación de su cuerpo, E. está en contínua reforma y ha hecho de ella su modus operandi y yo, M. a secas, no dejo de poner tiritas, leer releer para algún día quedarme en la superficie de la piel, queratinizada a causa del paso del tiempo.
Nosotras que no somos como las demás ( o si), nos reaprendemos en cada cana que se vislumbra.
Y recuerdo esa falta de orientación y esos pantalones detrozados-corroídos de tanto brincar como locas abrazadas porque sí, nosotras fumamos juntas los primeros Fortuna y pillamos juntas el primer cebollón. El mundo se iba a acabar y nuestras neuronas estaban en pleno auge de decadencia. Maniátika fue la primera, Agua Bendita la segunda y Transfer el tercero, a lo que se sumaron unos grandes puntos suspensivos. Aquellos porros en una colina desde la cual no había horizonte posible pero que nosotras sabíamos perfilar a la perfección. Y salía el sol, siempre salía el sol, jamás defraudaba. Y eso que muchas de nosotras jamás aprendimos dibujar.
Recuerdo que siempre os girábais para revisar si me había dejado alguna chaqueta, algún recuerdo, algún momento tirado por ahí y me lo devolvíais. En Lleida no dejé de perder(me) sin vosotras. Me acuerdo y no me acuerdo porque muchos de los recuerdos no hacen falta ser recordados. Pase uno, dos, tres o incluso siete tiempos, el compás siempre en allegretto. Tus tardes en el conservatorio, mis tardes en alemán, tus fines de semana currando y tus agobios de jamás llegar a tiempo con el paso no paso y pasamos, algunas mejor que otras pero siempre tan altas como la Luna. Yo fui de las otras. También una vaga o una habitante perpetua de las Musarañas, según se mire. Y ahora soy míope y me giro y miro hacia atrás y recuerdo y sonrío y me pongo aquellos hits prehistóricos de vez en cuando que constituían verdaderos manifiestos.
Y no, no es nostalgia, son caminos que ahora de vez en cuando se cruzan, ambivalentes. No hablo de espirales, hablo de que B. está en New York construyendo escenas, S. recién aprendió a surfear, I. trabaja en un proyecto aunque su color preferido es el Verde, M. chiquita se ha vuelto fan de Onetti, juega a ser Amélie en París y ya no se escapa por la ventana, A. no deja de realizar asociación de ideas para recordarlas todas y empezar con la clínica emocional, H. perdió sus ojos y ahora la cámara es una prolongación de su cuerpo, E. está en contínua reforma y ha hecho de ella su modus operandi y yo, M. a secas, no dejo de poner tiritas, leer releer para algún día quedarme en la superficie de la piel, queratinizada a causa del paso del tiempo.
Nosotras que no somos como las demás ( o si), nos reaprendemos en cada cana que se vislumbra.
1 commentaire:
A H se le saltán las lágrimas recordando viejos momentos.
Acordándose de cómo saltaba ella y M en un primer concierto de Transfer. Recuperando de un cajón de su memoria una foto de 3 amigas pegada en una agenda escolar, rodeadas por una bandera, un 25 de abril. O riendose al acordarse de la pequeña tortuga Lola.
Muchos años han pasado ya y mientras escucho uno de esos hits prehistóricos con los que saltábamos como locas y fumábamos sin parar, rememoro una primera nochevieja en un piso vacío del Carmen, unas risas sinceras y una amistad que juramos no desaparecería. Por suerte sigue ahí y seguro que lo hará para siempre. Compartiendo nuevos momentos en cada nueva etapa. Viviendo y sonriendo mirando a la estrellas.
Te quiero princesa. Ahí te dejo un hit para nosotras, que no somos como las demás.
Fumamos juntos los primeros ducados
pillamos juntos el primer cebollón
era uno más, un chico del barrio
era un colega tan bueno como el que más.
Un día el destino se lo llevó lejos
y nunca nadie supo nada de él
pero de oidas todos sabían
que todo le iba fráncamente bien.
Un día de lluvia llegó la noticia
se había suicidado nadie supo el porqué
lo tenia todo posición y familia
dinero de sobra vete a saber que fué.
La gente del barrio sabía la respuesta
echaba de menos salir a beber
al bar de la esquina con la "chupa" puesta
y ver a su gente la que era como él
sentarse en la acera a beber cerveza
jugar al billar y pasárselo bien
estar en los bancos las noches de verano
fumar un canuto alguna vez.
En su funeral cuatro familiares
pero poco a poco aquello se llenó
de gente del barrio que fué a despedirle
a darle a un colega el último adiós.
Todos miramos la tumba
esperando que se levantara
y que volviera a reir
nos invitara a un trago y saliera cantando
nos cogiera del hombro como solía hacer.
Lágrimas y sangre pintaron su nombre
en una pared de su calle ya ves
su nombre está allí donde estuvo él
cuando lo leas acuérdate de él.
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