jeudi 1 octobre 2009

Niñas.

Eras como lluvia al otro lado del ventanal en un día de esos tristes. Agridulce como esa salsa radioactiva de los restaurantes chinos. Tus falanges bailaban sobre el teclado del piano de cola en aquella aula de techos altos y esa magnífica resonancia. A veces un leve murmullo escapaba de tus arterias indicando que la sangre se estaba secando. Querías gritar, desatarte y sólo lograbas desprender ese ronroneo. Siempre fuiste muy diplomática (hasta que dejaste de serlo). Yo (te) disfrutaba en aquella sesión, una hora en la que me dedicaba a hacer el tonto girando como una auténtica bailarina circense de los años 50, ajena a tu mal. Sudando, liberándome, simulando. Por aquel entonces tú no sabías que me curabas acariciando cada rasguño. Porque tú eras. Eres.

Tu tez pálida no entendía de Vitamina D y así esos largos inviernos desprovistos de cualquier fuente de luz te sumía en el más profundo raquitismo hasta llegar al deterioro mental. A mí me daba por supurar en aquellos días en los que la posición fetal fue nuestra preferida. Nos sentíamos huérfanas. Teorizábamos sin llegar jamás a ninguna conclusión aunque éramos-somos muy muy sabias. Aún hoy conversamos aunque esta vez sí logremos llegar al quid de la cuestión. Chúpate ésa tiempo.

Solías vestir de negro lo que te confería todavía más el aspecto de ultratumba. Aunque jamás fuiste una gótica ni nada por el estilo. Portishead me llegó de tu mano y desde entonces mi coche suena a melancolía desgarrada. Sigo subiendo el volumen durante ese mismo fragmento y mi piel resorprende cada vez, excitándose como si fuera la primera vez aunque resulte la enésima.

Recuerdo que hasta nos enamoramos con una semana de diferencia, sin reconocer qué pasaba. A la vez casi.
Le conociste en esa cena de despedida del grupo ése en el que procurábamos ponernos en la piel del otro en un intento de alcanzar la salud mental. Y os besasteis aprovechando mi huída. A la semana siguiente alguien recorrió kilómetros y se quedó, me arrancó la pena.
Me quedé "Lost in translation". Pasaron unos añitos y naufragamos a la vez, tú aún algo pudiste salvar. Yo me ahogué, demasiada sombra, imagino, o quizás necesidad de regreso al uno. No lo sé. Acabé volviendo a lo mío comprendiendo que los objetos no son nada cuando ningún cardiólogo es capaz de subsanar la derrota de un corazón maltrecho. Cerré la puerta con llave. Ese día comprendí que la casa no estaba falta de luz. Brilló niña, te lo juro.

Y seguimos ahí, en la cuerda floja, como dos equilibristas, unos días más acertados que otros. La locura queda en la mesita de noche, sólo la liberamos cuando nos apetece. Nada de obligaciones (bueno sí unas cuantas, pero sólo las buscadas). Meditamos sin meditar, nos leemos las pestañas escuchándonos la voz. El mensaje sigue pasando. Y lo que no ha cambiado es que te quiero a mi "lado" aunque ese lado sea lejos. Besos.

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