En 4 años no dejé de engordar kilómetros relamiéndome después al llegar a una casa habitada. Entendí que esos miles de trocitos de carretera, desglosados, resultaban más dulces. Ahora no dejo de repasar desgloses que resultan siempre en preguntas y respuestas que a veces acierto y otras fallo aprendiendo que es el eterno tema 7 que falla y mi memoria que se disfraza de recuerdo. Fue bueno el circular en plena puesta de sol, casi de norte a Sur quedándome siempre al Este. A mi izquierda la noche, a derecha colores. Alguien me anduvo explicando lo importante que resulta el pisar fuerte con los pies en la tierra y que para ello el barro constituía la base. Y ahora frota que te frota casi arrancándome la piel.
A veces me dirigía al Oeste (bastantes) hacia un lugar llamado "Terres de Ponent", nombre que entendí este fin de semana. Vi un cartel en la autopista e hice sonar mi claxon, le envié un beso y quiero pensar que llegó. Algún día volveré, no sé si a quedarme, sí a disfrutarme. Me volvieron las ganas de volar a esa cima que tantas veces me acompañó. Desde ella la vista se perdía volviéndose a encontrar de lleno con una vida en constante reconstrucción. Siempre intentaba llegar al mar aunque bien sabía que eso resultaba imposible, poco importaba. Había un Este y en él unas olas que seguro también me necesitaban, soy pez y de los que están cubiertos de escamas. Allí que miraba por si acaso un ocaso se despitaba y me hacía llegar el olor a salitre. Allí la no realidad fue cuestión de supervivencia. Lo curioso del caso es que antes de convertirme en montaña o caracol podían pasar meses sin dejarme caer por horizontes deshabitados. Después, eso se convirtió en necesidad.
Ayer visité las nubes y a un invierno incipiente que asomaba la nariz por el Norte. Recordé que en determinados sitios cuando se habla de invierno no se utilizan metáforas, sinó argumentos en forma de estalactitas de hielo que penden de las barandillas de los balcones. El hielo hace que te muestres resbaladizo y entonces comprendes aquello de "partirse la crisma". Patinas en un intento vano de reestablecer el equilibrio (perdido).
Me hablaron sobre la urgencia que se dibuja en cadauno de nosotros. Que el tiempo sólo es uno y se agota. Para comprenderlo no tienes más que darle la vuelta a un reloj de arena y así ves el tiempo pasar. Pasa, y mientras, estás perdiendo (otros) 60 segundos. Y te angustias, me angustio, nos angustiamos, os angustiais, imaginando el Plan a seguir pasan otros 60 segundos, quizás incluso algunos más. Y te construyes en base a esa proyección de ti mismo que has ido forjando de la nada en modo condicional que acompañas de los eternos "y si...". Y sí que SI. El despertador no deja de reventarme los tímpanos y no pienso quedarme hipoacúsica, tampoco ser una acusica. Así que apunto a Sur, muy muy al Sur, del todo.
A veces me dirigía al Oeste (bastantes) hacia un lugar llamado "Terres de Ponent", nombre que entendí este fin de semana. Vi un cartel en la autopista e hice sonar mi claxon, le envié un beso y quiero pensar que llegó. Algún día volveré, no sé si a quedarme, sí a disfrutarme. Me volvieron las ganas de volar a esa cima que tantas veces me acompañó. Desde ella la vista se perdía volviéndose a encontrar de lleno con una vida en constante reconstrucción. Siempre intentaba llegar al mar aunque bien sabía que eso resultaba imposible, poco importaba. Había un Este y en él unas olas que seguro también me necesitaban, soy pez y de los que están cubiertos de escamas. Allí que miraba por si acaso un ocaso se despitaba y me hacía llegar el olor a salitre. Allí la no realidad fue cuestión de supervivencia. Lo curioso del caso es que antes de convertirme en montaña o caracol podían pasar meses sin dejarme caer por horizontes deshabitados. Después, eso se convirtió en necesidad.
Ayer visité las nubes y a un invierno incipiente que asomaba la nariz por el Norte. Recordé que en determinados sitios cuando se habla de invierno no se utilizan metáforas, sinó argumentos en forma de estalactitas de hielo que penden de las barandillas de los balcones. El hielo hace que te muestres resbaladizo y entonces comprendes aquello de "partirse la crisma". Patinas en un intento vano de reestablecer el equilibrio (perdido).
Me hablaron sobre la urgencia que se dibuja en cadauno de nosotros. Que el tiempo sólo es uno y se agota. Para comprenderlo no tienes más que darle la vuelta a un reloj de arena y así ves el tiempo pasar. Pasa, y mientras, estás perdiendo (otros) 60 segundos. Y te angustias, me angustio, nos angustiamos, os angustiais, imaginando el Plan a seguir pasan otros 60 segundos, quizás incluso algunos más. Y te construyes en base a esa proyección de ti mismo que has ido forjando de la nada en modo condicional que acompañas de los eternos "y si...". Y sí que SI. El despertador no deja de reventarme los tímpanos y no pienso quedarme hipoacúsica, tampoco ser una acusica. Así que apunto a Sur, muy muy al Sur, del todo.
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